EL TRAIDOR
Hace algunos años, cuando comenzaba la reconstrucción de la historia de Villa Oruga, vino a visitarme mi amigo el profesor José Antonio Naranjo con un papel macilento que había hurtado del Archivo Municipal de Málaga. El documento estaba hilvanado con una Provisión Real de los Reyes Católicos fechada el siete de junio de mil cuatrocientos noventa y uno.
- Es como un quejido en román paladino que no acabas de entender pero que te deja las tripas revueltas.
- De qué trata.
- De la nostalgia del alma villaorugueña. Léelo y verás.
A continuación reproduzco el texto sin más alteración que la que exigida por la evolución idiomática.
Mi nombre es Hamet-Haza, alguacil del alfoz de Oruga. Alá que es grande perdone mi traición.
Hace años que esperábamos lo inevitable y sin embargo no estábamos preparados. Cuando las cruces asomaron en el horizonte nuestras miradas se volvieron implorantes hacia la cuna del sol. Algunos ansiaban soluciones. La mayoría nos conformábamos con una explicación para nuestros lamentos. Pero no llegó respuesta, y en aquel silencio de la serranía de naciente se forjó mi traición. Hamet-Haza soportaría el despojo de sus vestiduras y seguiría siendo Hamet-Haza en pelota, pero no sobreviviría si le arrancaban las raíces y le... (ininteligible)
Yo he visto a mis hermanos abandonando la patria y contemplándome con menosprecio por no acompañarles. Los niños y las mujeres partían de sus hogares con lágrimas de amargura. Quienes nos escudamos en nuestra cobardía y permanecimos también llorábamos.
Mi corazón estaba dividido entre lo que era y lo que sería. Luché con las sombras del interior para conservar a Hamet-Haza desnudo, pero sorprendentemente mi corazón siguió dividido porque -ahora lo comprendo-hay fracturas irremediables. Ahora lo entiendo, mientras contemplo mi cielo con ojos distintos de Ibn Rushd o Al Bitruji, mientras el chirrío de la noche apaga el hambre de los saqueadores asignados por el Cadí. Pienso en las tierras lejanas, allende el mar, donde sembrarán el alma mis hermanos exiliados. Me pregunto si Alá misericordioso regará los nuevos huertos con su perdón infinito o abandonará el cultivo para que crezca salvaje; si los hijos de nuestros hijos volverán debajo del almendro para abrazarse o para declararse la guerra; si la fractura del tiempo soldará. Inshala.
-Qué opinas- me preguntó José Antonio después de que me viera leer el texto tres veces seguidas.
- Que te equivocas. Estas líneas no hablan de la nostalgia del alma villaorugueña. Hablan de la nostalgia del alma.
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